La dificultad de lo difícil

Quizá, sólo quizá, si Enderson Moreira no hubiera regalado el partido en Bolivia hoy estaríamos en otra cosa.

La gente celeste llenó el Nacional de esperanza. Esperanza que se vió fortalecida por los goles de Martín Cauteruccio. Vamos que si Caute no tendría el récord espectacular que tiene, habría costado más inflar la esperanza. Pero, más allá de eso, la gente puso lo suyo. Fuimos todos al Nacional y alentamos. Nada que reprochar, entonces, al hincha de Cristal que puso el hombro en la más difícil. Precisamente en aquellas en las que los del frente ponen entradas 2 x 1.

No faltará el inconforme que diga que, tras quedar fuera de la Copa, eso no sirve para alegrarse. Y sí. Tiene razón. Eso no es para alegrarse. Pero nadie se alegra. Acá uno se enorgullece de la reacción celeste porque son este tipo de historias las que hacen mística. ¿Sabes de qué es capaz la hinchada de Cristal? De recibir 6 goles en la ida e igual llenar de cabo a rabo el Nacional en la vuelta porque lo que importa es la camiseta, no el resultado. Toma ese misil y dirígelo a dónde quieras, de preferencia a aquellos que negociaron el estilo por resultados, cansados de una vida de fracasos.

Cristal no jugó bien. Pudo jugar mejor pero le ganaron los nervios. Cayó hasta el piso cuando Always Ready aprovechó la única que tuvo y remó cuesta arriba. Los minutos pasaron, el gol que debía llegar temprano llegó tardecito, alcanzó para levantar la emoción pero poco más. Las malas decisiones de Enderson Moreira en El Alto pesaron, y mucho.

Martín Cauteruccio metió 3 goles más. En la campaña más triste de Sporting Cristal en años, Martín se erigió como goleador de la Copa y puso una marca que va a durar por lo menos hasta la segunda fecha de fase de grupos. Por lo menos sirvió para que la gente, que vino con ganas de gritar goles, gritara algunos. Lamentablemente no tantos como para lograr la hazaña.

Y es que era difícil. Meter seis en fútbol no es cosa de todos los días. Queda el fastidio del fracaso. Porque cuando no se cumplen los objetivos que te trazaste, es un fracaso. Y este año el objetivo era, por lo menos, superar esta llave. No se logró. Queda también el consuelo absurdo de que, por lo menos, se defendió la casa. Quizá, sólo quizá, si Enderson Moreira no hubiera regalado el partido en Bolivia hoy estaríamos en otra cosa.

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