¿A dónde te lleva el amor por el Sporting?

Celeste, ¿a dónde te lleva el amor por el Sporting?

A mi me lleva a sitios oscuros y a sitios hermosos. Me lleva a la depresión absoluta y a la cima del mundo. Me hace reír, me hace llorar, me hace vibrar, me hace temblar. Me lleva a la desesperación, a la angustia y  -tan fácil como eso – me lleva a la alegría.

El amor por el Sporting me hace ser distinto, ver el fútbol de otra manera, ser más selectivo y más exquisito. El amor por el Sporting me lleva a un lugar donde el resultado es importante, pero la forma lo es más.

Puedo ganar y renegar al mismo tiempo, así como puedo perder y sonreír. Aprecio la salida limpia, el toque en primera, la presión alta y el fútbol intenso, porque así me enseñó el Sporting que debe ser el fútbol. Mis ídolos deben ser caballeros y guerreros, como el Viejo o Cazulo. Intensos y serenos, como Garay o el Chorri. Mis ídolos deben respetar la camiseta, no tienen que amarla como yo, solo respetarla.

El amor por el Sporting me lleva a discutir con hermanos, con amigos, con personas que sienten lo mismo que yo, que fueron valientes y decidieron que así querían vivir el fútbol, que esta – con lo difícil que es – iba a ser su forma de disfrutarlo.

Han pasado más de 12 meses desde la última vez que me hizo realmente sonreír y aunque sé que aun no es suficiente, después de mucho tiempo veo una luz. Se acabó la era de los Chemos y los Sosos, se acabo la era de las sonrisas inoportunas y de la falsa identidad. Se acabó el verso y el humo.

Empezó la era de Pablo, aquel que me hacía ir temprano para ver a su equipo, aquel que hizo que me ilusione con el futuro de mi Sporting, aquel que un 18 de diciembre de 1991 se paró frente a la pelota y  -después de una desgastante tanda de penales – no dudó, pateó y me permitió disfrutar mi primer título con el Sporting. Sí, aquel que cruzó a la vereda de en frente, pero que luego volvió y, con el respeto que merece esta camiseta, decidió hacer lo que correspondía: enseñarle a otros lo que esta camiseta le enseño a él. Empezó la era de los cánticos en el vestuario, la era del himno, la era del DT que vive el fútbol como nosotros.

Señores, sé que hay mucho por hacer, que sólo ganamos un partido más, que hubo minutos en los que aun nos parecíamos al Sporting del tipo que antes nos dirigió. Sé que aun hay culpables que deben pagar (cuando se ama no se olvida), pero amigos, hermanos celestes, díganme ustedes, ¿acaso no se sintieron diferentes el domingo?

El amor por el Sporting me lleva a la ilusión. Fueron solo 90 minutos, pero hoy veo una luz, muy lejana aun, pero ahí está, esperándonos. Salud Cristal señores, ¡con todo mi corazón! Salud Pablo, llegó tu hora, tienes una oportunidad, no nos defraudes.

Celeste, a ti, ¿a dónde te lleva el amor por el Sporting?

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