La Cancha: Sporting Cristal 3 – Sport Huancayo 0

¿Cómo no conmoverse ayer en el San Martín?

¿Cómo no conmoverse con las lágrimas del Chino Ximénez cuando abandonó la cancha entre aplausos? ¿Cómo no conmoverse con el agradecimiento y la ovación del Chorri Palacios? ¿Cómo no conmoverse con esta hinchada que despidió a su equipo haciendo olas en las tribunas?

¿Cómo no conmoverse cuando te das cuenta que esa emoción, esa alegría, ese sentir no se da por este pésimo campeonato sino porque todos sienten lo que es Sporting Cristal?

Jugadores entristecidos por alejarse de esta institución y una hinchada enfervorecida por la promesa de un futuro mejor. Eso es Sporting Cristal hoy por hoy. Por que Ximénez no estaba así por haber quedado décimo. Ximénez entristeció por tener que abandonar esta camiseta que aprendió a querer tanto como nosotros. La hinchada no celebraba por haber quedado décimos. Celebraba por la alegría que se tiene de vestir esta camiseta, por la promesa de tiempos mejores y por que cada año, cada partido a su lado es un motivo de agradecimiento.

El romance existe. Ahí, debajo de todo lo mal que se ha hecho en todos estos años, Cristal está, Cristal subyace y el amor existe. Definitivamente, aquel que no se conmovió es por que no siente esta camiseta. Nosotros, los rimenses, sí lo hicimos.

Y, hay que ser sinceros, lo que terminó de despertar la alegría en las tribunas fue el juego del equipo. Un juego que se parece en mucho al que nosotros solíamos mostrar y que dio lugar a un marcador que se parecía bastante a los que estábamos acostumbrados en el San Martín. Un Cristal que, con orden y fútbol, fue siempre para adelante y logró llegar al arco. Gran mérito el de Melgar que tomó un equipo destrozado en  un clima de total hostilidad y armó un equipo ordenado que pudo, por fin, mostrar sus virtudes. Mucho tendrá que ver el hecho de que el equipo sólo peleaba por su prestigio y su dignidad (que no es poca cosa), pero lo cierto es que Melgar mostró en el San Martín algo que ni Rivarola ni Reynoso pudieron: un Cristal que se pareció a Cristal.

Erick, Rivas, Revoredo, Vílchez y Yotún. Frezzotti, Lobatón, Espinoza, Advíncula, Ross y Ximénez. Ese fue el once que mandó Melgar y, si lo ves bien, tranquilamente hubiera podido ser una formación de Reynoso. Lo que cambió fue la actitud y la actitud vino desde el camerino y el banco. Por eso se logró apretar a este Sport Huancayo que no se mostró igual de ordenado que otras veces. Cristal puso presión y puso vértigo atacando con hasta cuatro jugadores en cada subida. Y con variantes. ¡Con variantes! Ya al minuto Frezzotti la había lanzado cerquita. Se buscó así, se buscó por lo bajo, con cuchillada, con centro. Hasta que uno fue alcanzado por Ximénez quien cabeceó como siempre. Gol, abrazo y aliento al goleador. Y Ximénez siguió yendo, luego se falló uno increíble pero antes logró que le cometan un penal. Lo debió patear el Chino pero lo tomó Espinoza y la mandó a guardar.

El tercero fue espectacular. Advíncula metió un patadón de fuera del área, luego de una serie de bonitos toques en ataque, que el arquero de Huancayo jamás vió. Y con ese tercero se cerró el partido. El resto fue un sólo de aliento y agradecimiento y de romance entre el público, su hinchada y su equipo. Un equipo que, por primera vez en el año, pagaba con creces ese aliento. Primero salió Lobatón recibiendo un sonoro aplauso de todo el San Martín. Más tarde entró el Chorri que recibió no sólo aliento sino cariño. Erick, ante su ingreso, dejó su arco y fue corriendo donde el Chorri sólo para hacerle entrega del brazalete de capitán. Es el Chorri señores y ayer en el San Martín fue la estrella. El canto por el goleador se sintió hasta despues del partido. Imposible no conmoverse ahí abajo. Imposible no querer abrazar al Chino. Imposible no agradecer al Chorri que fue quien produjo los primeros triunfos para quienes, como yo, rodeamos la treintena. Imposible no sentirse orgulloso de esta camiseta y este sentimiento. Porque Cristal es su gente y en su gente no sólo estamos tu y  yo. Está también el Chorri que dio todo lo que tuvo y está también toda esa gente que, sin importar el puesto en que estamos, vino a vivir su alegría. Somos la hinchada que nunca abandona y nunca abandonamos. No necesitamos enumerar copas ni crearnos campeonatos a la medida para demostrar que somos grandes. La grandeza se ve en la hinchada que se alegra por sólo ver a su equipo, en el niño que pregunta cuánto falta para el siguiente partido, en el jugador que llora porque no se quiere sacar esta camiseta.

Que sólo se queden ellos. La gente de Cristal. La institución estuvo abandonada mucho tiempo. Que se vayan aquellos que se la ponen sin respeto y que no ven la hora de quitársela. Que se queden los que la sientan.

Este partido se vivió distinto. No parecía ser parte de esta horrible temporada. Debe ser porque ya es parte de la siguiente.

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