La Cancha: Sporting Cristal 0 – Universidad San Martín 4

Lo que se vio ayer en el San Martín no sólo fue un partido de fútbol. Los casi tres mil hinchas cerveceros que siguieron esta fecha a su equipo fueron testigos, y partícipes, del estertor final de un pésimo camino. La oficial y definitiva muerte del proyecto Sporting Cristal 2011 y, tal como parece por los ecos de las noticias que vienen desde La Florida y que comentaremos en la semana, de un periodo institucional que lleva años y que no ha hecho otra cosa que hacernos perder todo lo que teníamos. No fue una de las más desmedidas reacciones de la hinchada, que en otras ocasiones supo reaccionar peor, pero sí ha sido la más justificada de todas y la que ha encarnado de forma palpable e innegable el completo divorcio que existe entre la gente y el equipo de Reynoso y, sobre todo, entre este como representante de lo que viene siendo Cristal hace años y lo que nuestra historia y tradición exige. La tensión, la disconformidad, la “mala vibra” que acusa Alva son reales y ayer en el San Martín se podía no sólo sentirla sino que también su hubiera podido cortar con tijera. Si bien desde antes del partido se oían rumores de tormenta, lo de ayer fue una tragedia. Una total tragedia para todos, para el técnico, para el equipo y para la hinchada.

Tengo un amigo que hace un tiempo se compró un carro nuevo. Bien bonito en el diseño y con mucho detallito en el interior. El carro estaba bueno y, tras el periodo de prueba, aceleraba parejo. ¿Qué pasó? Un día de esos, manejando en Lima por la Avenida Salaverry, el carro encontró en su camino un  bache. No fue un bache gigantesco sino uno normal. La pista rota y su hueco de ley. Un bache algo mayor que los demás y, sin embargo, nada escandaloso en esta ciudad llena de baches. Un bache, decía, y todo se fue al tacho. El golpe no sólo había hecho que casi se desprenda el tablero del carro porque se activó el airbag pero, oh casualidad, no con la suficiente potencia como para romper la portezuela que lo cubría. Eso por adentro. Por fuera el aro se dobló como mantequilla y tanto la suspensión como la dirección fallaron. Y fue un bache normal, eh, de la Avenida Salaverry. Ni para decír que cayó por el barranco de la Costa Verde. Al enterarnos, todos nos soprendimos. Pero si se veía tan bueno, pero si estaba tan cañón, pero si casi me compro uno igual. ¿Cuál es la explicación? Evidentemente no era buen carro, pues. Era un carro de mierda y como tal, así terminó.

Eso es este equipo de Reynoso. Sale brillosito a la cancha, los primeros minutos copa bien su sitio, marca con ganas, toca bonito, domina el terreno, choca alguna pelota al palo y apabulla a su rival. Así apabulló a Aurich, así apabulló a San Martín. Pero al primer bache, se va al tacho. Y ojo, no me refiero al gol, me refiero al primer bache, a la primera contrariedad. Cristal demostró ayer que Reynoso les enseñó a tocar bonito en el mediocampo pero no hizo nada más. ¿Y qué más puedes esperar de un equipo que, como todos aquellos desde que llegó Juan Reynoso, no repetía alineación? Cristal demoraba 10 toques para acercarse al área. San Martín, equipo cuajadísimo, necesitaba sólo de tres. San Martín no necesitó demostrar desde el inicio que sabía a lo que jugaba, se limitó a que Cristal haga el gasto por que sabía que, al largo del partido, tenía las de ganar. Sólo era cuestión de esperar. Cual carro barato, con Cristal todo es cuestión de esperar a que empiece a desarmar. Porque de que se iba a desarmar, se iba a desarmar.

Ya pasados los primeros aspavientos, San Martín empezó a tener la pelota y a generar sus opciones. En la tercera que tuvo San Martín, desbordó por derecha (punta marcada por Juan Lojas, ojo), mandó la cuchillada al centro donde Frezzotti, Revoredo y Vílchez sólo atinaron a rechazar con debilidad y al medio. Marinelli estaba ahí, como pudo estar cualquier otro jugador blanco, y mandó un pelotazo que Heredia (que entró para este partido ¿por la rotación?) jamás vio. Un bache. Ya sabes lo que pasó pues.

Al segundo tiempo, Cristal intentó volver a ponerle ganas pero ya se sabía de qué iba. No pudo reedituar su domino de los primeros minutos y en un corner, Frezzotti tuvo la mala suerte de mandarla adentro. Y ahí se acabó todo. Si Reynoso tenía alguna autoridad o ascendencia sobre su equipo, en ese momento se perdió porque los jugadores empezaron a hacer lo que les naciera de las tripas. Mucho más aún cuando el cambio introducido por la lectura que el técnico hizo del momento del partido fue: hacer entrar a Shoro por el lateral Quina que salió contracturado. Si esa es la medicina que el banco lanza a la cancha, poco más se podía esperar. Shoro iba a entrar antes de que San Martín logre el segundo y ya entonces era cuestionable. Cristal perdía un marcador izquierdo lesionado y Reynoso sumaba un delantero más para atacar con tres. Yotún, el que más peligro llevaba, iba a bajar a marcar punta y adelante Advíncula iba a lanzar pelotazos con la esperanza de que alguno o se meta o encuentre a Ximenez o a Shoro. Uno pensaría que el autogol de Frezzotti demostraría que el planteamiento en Cristal debía ser otro. Pero no fue así. Shoro entró igual y eso fue el punto final de la labor de Juan Reynoso desde el banco. En el resto del tiempo ya no hizo ninguna indicación y nadie le hizo caso. Mientras retiraban a Quina lesionado, en la misma camilla, yo vi retirarse los restos de alma de este Sporting Cristal 2011.

No es un sólo jugador, es todo Cristal al que lo retiran en camilla.

El penal de Arriola, si bien inventado por Garay al exagerar la falta, extendió una diferencia justa. Cristal, lanzandose con todo lo que tenía arriba, estaba regalado. Y regalado casi lo encuentra Allemanno que falló por poco y regalado lo encontró Sánchez cuando añadió con total libertad una pelota que, en otro mal rechazo, Lojas la había dejado ahí, servidita, en el punto de penal. Cuatro a cero, goleada, humillación y partida de defunción a un proyecto que jamás vio la luz.

La sensación de que el conformismo se generalizó, los gritos de la tribuna pidiendo cambios, la impasividad del técnico, las lágrimas que mojaron los ojos del más fanático, el reproche justificado de la hinchada, la frustración de los jugadores que sí ponen y que explota contra las personas equivocadas, la sonrisa de gustito de los periodistas anti-Cristal, el morbo de todo el mundo que quiere ver cómo se derrumba lo que se construyó. Todo eso es parte de esta nefasta tarde de domingo.

a mi se me ocurren varias, así que mejor les dejo a que cada uno ponga la metáfora que mejor le parezca.

Y es que, a pesar de la brillantez de los colores, de la linea de diseño y del potente rugir del motor, era un carro de mierda, pues.

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