Una buena noche para el fútbol (peruano)
Ayer fue una buena noche.
Los tres goles de Sporting Cristal terminaron con una racha de 22 años en los que no pudimos superar eliminaciones a partidos de ida y vuelta. Los partidos ante Unión Española pasarán, con todo derecho, a engrosar la historia internacional de esta camiseta celeste. También hay otra racha que se termina. Los tres triunfos internacionales seguidos que ha conseguido este Cristal (sobre Olimpia y los dos sobre Unión Española) es una marca que regresa desde 1968 cuando derrotamos en primera fase de Copa Libertadores a Jorge Wilstermann y Always Ready (ambos de visita) y nuevamente a Wilstermann en Lima (Claro que, entre los dos primeros y este último, hubo un empate a 1 con Universitario) . 51 años.
No es poca cosa.
Pero ahora quiero hacer énfasis en un tema fuera de la cancha. Mucho se habló en la semana, tanto del lado de Alianza Lima como del de Sporting Cristal, sobre lo inusual que resultaba tener al cuadro de Claudio Vivas jugando en Matute. Algunos aliancistas preguntaban si ellos podían permitirlo (y algunos cuantos dijeron que no lo permitirían) y, por casa, varios se preguntaron si debíamos ir a jugar a ese estadio. Se habló de dignidades, de identidad, de cuitas anteriores que no se olvidan, de grandezas y otras hierbas del campo.
Lo cierto es que, de la forma cómo venía la mano, muchas opciones no nos quedaban. El estadio de Alianza Lima se presentó desde el inicio como la mejor opción y eso se tuvo que aceptar más allá de cuestionamientos propios del hinchaje. Haber obtenido el alquiler de esa cancha a tiempo ha sido una buena gestión de la dirigencia y hay que decirlo.
Lo más pesado, claro, vino por La Victoria. Algún aspecto de la interna del club de Isabel La Católica parece estar enrarecida y por este partido se cruzaron amenazas y pedidos de garantías entre ellos mismos.
Al final, durante los días previos se hizo énfasis en la hinchada cervecera de que había que usar el estadio de la misma forma como quisiéramos que se use el nuestro. Se pidió que se repitan actividades positivas como aquel video que mostró a hinchas celestes ayudando a limpiar el estadio de Unión Española. Se llamó a la tolerancia, al criterio, al respeto y a la no violencia. Se le exigió a la hinchada cervecera que haga lo que es correcto y no otra cosa y, mas allá de uno o dos errores pequeños, la hinchada cervecera lo hizo. Ayer sólo hubo pequeñas pintas en baños del estadio y el perjuicio a un mural en la vía pública (no dentro del estadio) de un gran jugador peruano – más que aliancista – como fue César Cueto. Los murales son expresiones artísticas que, uno por uno, le van quitando fealdad a la ciudad. La verdad es que malograr cualquiera de ellos es siempre un acto lamentable. Pero todo eso de lo que se habló (la destrucción de instalaciones y la vandalización de murales internos principalmente) no pasó.
Fuera de eso, se cumplió la palabra de devolver el estadio victoriano en las mismas condiciones en las que se recibió y se demostró que, en un futuro, este tipo de cesiones pueden hacerse sin tanto drama.
Y eso, para el fútbol peruano, ha sido bueno bueno porque demostró la eficacia del civismo para la lucha contra la violencia. Es más eficaz llamar a la conciencia y a la libertad de la hinchada que llenarla de prohibiciones. Es más eficaz convencernos a todos que hay que actuar correctamente que la policía abusando de las tácticas represivas que usan hace años.
Todo esto abona a la idea de que la paz a los estadios no viene con prohibiciones. Es claro, hoy más que ayer, que el camino apunta para otro lado. Evidentemente ayer no se acabó con la violencia en los estadios pero sí hay que decir que la hinchada cervecera ha ayudado a fortalecer la posición de quienes creemos que apelar a la libertad, al civismo y a la educación va a ser más beneficioso que simplemente prohibir, repartir golpes y cargar con el caballo.
Lo triste sería que ahora la agenda de opinión pública pase a otra cosa sin detenerse un momento a esto. El olvido es nocivo. Si queremos que algún día la fiesta vuelva a la tribuna, hay que apuntarlo y enfatizarlo. Sí se puede llevar una fiesta en paz. Con prevención, con educación, con criterio.
Pero hay otra cosa que sería aún más triste. La próxima semana, Alianza Lima jugará en el Alberto Gallardo. Esperemos que el ejemplo cervecero genere una sinergía positiva y que lo avanzado no se pierda. Que en Matute se inicie la misma corriente positiva de respetar lo ajeno como si fuera propio. De esa manera, ya no sólo hablaremos de una noche positiva sino de jornadas positivas en las que «hacer lo correcto» triunfó por sobre la violencia absurda, en las que el respeto al derecho ajeno termina siendo – como dijo el prohombre mexicano Benito Juárez – la paz.