Fórmula Celeste: Un cielo celeste tormentoso
Ha finalizado el año 2017 para Sporting Cristal y el desencanto con el que hemos terminado todos es evidente. Dicen que lo que mal empieza, mal acaba. Y este año parece ratificar el dicho. Tras la consecución del título 2016 bajo la dirección de Mariano Soso, las posibilidades de su renovación se esfumaron pronto. Tras su salida parece que se barajaron algunos nombres pero el que sonó con más fuerza para ocupar banco fue José del Solar. Tan pronto como se expandió el rumor, empezaron los ataques directos hacia su persona. Se le cuestionó a él mas que sus méritos para llegar a ser el nuevo entrenador. A partir de ese momento el ambiente se enrareció.
Las llegadas que jugadores que habían tenido un paso populoso en USMP cómo Joel Sánchez, Christian Ortiz o Renzo Garcés o la de un desconocido en el medio cómo Rolando Blackburn, llegado del Deportivo Saprissa, generaron cierta expectativa en cuanto a lo que podía ser un ‘mejorado’ Sporting Cristal debido a su surtida variante ofensiva. Lo cierto es que la confección del plantel a nivel defensivo dejaba mucha incertidumbre pero eso no se iba a palpar tan duramente sino hasta después del desconcierto interno con el ex entrenador de la USMP.
Es verdad que las huellas que había dejado el equipo de Soso durante el campeonato del 2016, a pesar del título no fueron las que realmente pretendió nadie, ni siquiera el mismo entrenador. Muy lejos de lo que había proclamado en su presentación, conforme fueron pasando los meses y partidos se hizo evidente que el reflejo en el campo no tenía simetría con sus palabras. Con José del Solar, pasó algo similar. El tan mentando ‘grupo’ no salió a flote en momentos donde las cosas empezaron a ir mal en lo futbolístico y Sporting Cristal, a pasos acelerados, se convirtió en un fantasma frente a sus rivales.
Hoy, sin un entrenador declarado para el año 2018, la pregunta debería ser: ¿qué busca Sporting Cristal? ¿a qué quiere jugar? o mejor ¿cuál es la identidad del club? Lo único propio y valioso de un equipo de fútbol es precisamente elegir qué quiere ser: tener una identificación con una forma de jugar. Ahora mismo, en el tiempo que vivimos, es difícil sobrellevar ‘proyectos’ si no es a base de victorias. Citar a Pablo Zegarra en este punto suena hasta adrede, ya que él simplemente ‘aguantó’ con lo que pudo. Al final las mejores actuaciones de su equipo – que fue ante los equipos más populares del país – sólo fueron que sucesos con balón de oxígeno y no un par de impulsos para salir a flote desde donde nos hundimos: el juego.
Soy de las personas que creen que primero Sporting Cristal debe descifrar qué desea ser para luego proceder a intentar serlo. Se debe rebobinar porque, evidentemente, hubo un retroceso organizacional profundo y eso aqueja muchas cosas que a veces parecen banales para los que vemos desde afuera. No basta solo con pedir futbolistas para los que nos toca solo opinar desde un asiento. Debemos ver y detectar qué pretende nuestro equipo para luego observar qué jugadores podrían tener puntos altos de acuerdo a las querencias delimitadas. Entre tanta nebulosa, hubo jugadores que no han podido ser ‘ellos mismos’ y que, evidentemente, se han visto desmejorados de acuerdo al contexto.
Se vienen días interesantes desde las oficinas rimenses para los intereses en conjunto. Es clave aceptar el mal para luego combatirlo. Las renovaciones de Jorge Cazulo y Carlos Lobatón se me antojan totalmente debatibles de acuerdo a la situación del equipo. El próximo año dictará si es que simplemente el 2017 fue un año de transición y una imagen reducida del éxito mal manejado durante el último lustro.