Las del Estribo – Segunda fecha del Torneo del Inca

Por: Ernesto Arrascue

No siempre vamos a ser mejores que el rival. Nos ha pasado antes y lo hemos pagado caro. Esta vez no fue así, Sporting Cristal supo aguantar a un Cienciano con una dinámica sorprendente que se adueñó del partido en muchos momentos. La pasamos mal y el rival tuvo mucho mérito en que esto fuera así. En un escenario lamentable, gracias a la intervención de autoridades impresentables que lo único que quieren es figurar a costa del club más serio del medio local, sacamos tres puntos en un partido que no nos fue favorable y que sirvió de mucho para ver qué trabajos debe realizar el comando técnico para mejorar a nuestro equipo.

En ese marco, con un rival que nos complicaba y las tribunas vacías, se produjo el gol de Carlos Lobatón. Uno de esos goles que suelen ofrecer muchos elementos para analizar, discutir y conversar durante un buen tiempo más. Lo he visto varias veces y probablemente lo siga haciendo. Es una de esas jugadas que, en un destello, nos muestran toda la capacidad de un futbolista para darse cuenta de la existencia de una posibilidad latente que nadie más suele ver. Un arquero que saca al jugador que acostumbra resguardar su primer palo y que luego se adelanta algo más de un metro. En poco menos de un segundo, Lobatón se da cuenta de la situación y decide. Con tanta rapidez que lo hace parecer un reflejo. Pero no es así, detrás de ese instante hay un análisis previo de lo que se está produciendo en ese momento en la cancha, un análisis que se produce de una manera tan veloz que pareciera imposible realizarlo. Tomada la decisión, el jugador debe ser consciente de que puede llevar a cabo lo que piensa hacer, sabe que posee la capacidad técnica para que las posibilidades de éxito sean altas. En ese instante elige la posición del cuerpo, la zona del pie con la que golpeará el balón, la trayectoria que quiere que realice. Lo que ha decidido no es nada fácil de hacer, pegarle con la parte externa del pie, con la suficiente fuerza para que la pelota de una curva leve pero veloz. Finalmente, debe ejecutar lo planificado, luego de analizar la jugada y decidir cómo hacerla, debe llevarla a cabo. Es el momento en el que las posibilidades de fracasar son más altas. No darle a la pelota en la zona adecuada, que la potencia del disparo no sea la necesaria o hacerlo un par de centímetros arriba o abajo de la circunferencia, cualquiera de estos factores podrían hacer fracasar todo el intento. La técnica, que ha ido perfeccionando partido a partido, con muchos disparos durante los entrenamientos, con mucho trabajo, hace que la ejecución del jugador sea precisa, perfecta. Cuando el arquero reacciona, es tarde. Ese balón ya tiene un destino y nada podrá impedir que llegue a él. Lo que sigue es ya conocido: miles de personas en todo el mundo viendo una y otra vez el gol sin poderlo creer. Los que no lo conocen pensarán que le ligó de casualidad. Nosotros, a quienes tantas veces nos ha hecho disfrutar con sus genialidades, sabemos que solo Lobatón podría hacer una cosa así.

Contrariamente a los que muchos piensan hoy, el fútbol no es una ciencia exacta. Existen jugadores que poseen la capacidad de crear un momento distinto, de hacer lo que nadie pensó que se podría hacer. Son pocos (porque cada vez se valoran más las capacidades atléticas a la brillantez, a la genialidad) pero están ahí, esperando que llegue el momento de, por ejemplo, pegarle a un tiro de esquina con tres dedos y hacer un gol inolvidable. En Cristal tenemos la suerte de tener a uno de ellos y de poder disfrutar de su juego un tiempo más. Estoy seguro que esta no será la última genialidad que nos regale Carlos Lobatón.

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