La Cancha: Alianza Lima 1 – Sporting Cristal 1
Cuando Buckley pitó el final del encuentro, Cervecero, yo empecé a aplaudir. En esa tribuna occidente llena de hinchas fríos (los argentinos elogian este estadio por que nunca estuvieron en él y piensan que todo es como su popular. Diez gradas del San Martín tienen más calor y alegría que toda esta tribuna de occidente) los pocos cerveceros que nos juntamos ahí arriba empezamos a aplaudir. Pero lejos de sonrisas amplias, teníamos una cara de fastidio. “Estábamos picones” como se dice.
Picones porque el partido fue celeste de pe a pa, porque tuvimos oportunidades, dominamos el balón pero no concretamos. Tuvimos hasta tres peloteras que se armaron en el área chica de los aliancistas y que no atinamos a patear con furia como para que ingrese hasta el fondo. Ahí donde esperaban las gargantas de esta excepcional hinchada cervecera que hizo sentir su aliento inclusive contra las mañas y engreimientos de ese club tan dado a culpar a los demás de sus propias miserias.
Pero es que definitivamente una cosa es empatar como empatamos en Chimbote, por ejemplo, y otra cosa es lograr un resultado como el de ayer. Definitivamente esta igualdad no tiene el sabor a triunfo que tuvo la que logramos en Chiclayo pero tampoco sabe mal. Lo gracioso es que no estamos volviendo unos conocedores del sabor que tienen los empates de visita. Aunque, bien visto, esto tampoco es malo. El año pasado tuvimos una maestría sobre cómo sabía perder de visita.
Desde el inicio del partido, el Esportin se fue con todo. Rivera planteó y ofreció un futbol de toque, de encarar, aprovechar a los habilidosos que tenemos adelante para descolocar a la rústica defensa aliancista. Y menos mal para ellos que la pareja de centrales no fue la puerta Vidal-Solís que mostraron en la Libertadores ya que Aparicio y Vilchez tuvieron una buena labor marcando al Chino Ximénez que luchó todo el partido. Rivera había hecho su tarea y conocía cómo había que atacarle a Alianza. Los resultados, lamentablemente, se hicieron esperar.
Costas, que también es buen técnico, fue otro que hizo su tarea. El argentino supo que el punto más débil de este Cristal eran los laterales y por eso armó un equipo que privilegie el juego por los costados. Justamente así llegó el gol y las jugadas más peligrosas que generaron los locales. Aliancista que llega por el costado, supera a Wenche con calidad, saca la cuchillada atrás y el sobredimensionado Aguirre la manda al fondo ante un par de centrales que no supieron que hacer. La defensa de Cristal, si la presionas, hace agua. Y lo hizo.
Pero ni el gol ni los otros sustos desdibujaban una verdad que se hacía evidente en el partido: Cristal era más. Era más jugando al fútbol y controlando el balón, pero algunas veces eso no alcanza. Y no alcanza especialmente cuando el equipo se concentra demasiado en su tarea de rotar y buscar el espacio para el pase preciso y termina olvidándose que si no patea al arco la pelota no va a entrar jamás. Así Lobatón, Palacios, Yotúm, Casas, Villarreal, jugaban a crearse el espacio perfecto para tirar al arco y los ataques terminaban en el rechazo contundente de algún aliancista que no sentía la menor vergüenza en mandar el balón a las tribunas de su propia “caldera”.
Si algo cambió en el segundo tiempo fue, precisamente, esa idea. Cristal le añadió a su juego el remate, la conclusión, y el susto se volvió blanquiazul. Les dimos el partido que a ellos les encanta, ajustando todo el tiempo, angustiados y desesperados. Les dimos, una vez más, una razón para que canten lo que es su himno, esa canción tan patética de “quien no ha sufrido, quien no ha llorado”. Bueno pues, con Cristal, siempre sufren.
Y vaya si sufrieron a Damián Ísmodes que con sólo un tiempo del partido trajo luz y calor a ese estadio a medio hacer (por cierto, Alianza, ¿cómo va esa idea de la ampliación? ¿O ya te desanimaste?). Damián reapareció como reaparecen los grandes, con habilidad, con juego, con picardía, con velocidad. Los técnicos plantean los partidos pero siempre llega un momento en que aparece un jugador iluminado y los planteamientos quedan de lado. El juego de Ísmodes aclaró el panorama para todo el ataque cervecero. Con él se aclaró Lobatón y se aclaró Palacios, se descargó de marca Ximénez y Yotúm estuvo más libre. Con él, Alianza se puso a rezar.
El Chorri Palacios, para quien sólo tenemos aplausos, tomó el balón en tres cuartos de cancha y apiló como cinco negros antes de ceder un pase perfecto a Damián que entraba perfiladito por izquierda. Damián entró, miró, midió y remató. Su remate pudo irse desviado pero chocó en el palo y entró y gritamos todos. En los palcos oficiales, los aliancistas gritaron “¡Offside!” soñando que Bluckley era ecuatoriano y el presidente de Alianza pidió repetición mientras le preguntaba a su tesorero si le alcanzaban caja para llevar otro reclamo a Asunción.
De ahí en más, todo fue Cristal. El partido se jugó en el área del local y éste nunca encontró los medios de zafarse de la presión. Si las imágenes de televisión son engañosas es porque las veces que Alianza logró atacar fue porque Cristal estaba lanzado en el ataque y siempre van a haber espacios atrás. Más aún con una defensa como la de Cristal que no es todo lo segura que uno pudiera desear. Pero la emoción, el fútbol, el juego estaban en el otro lado de la cancha y siempre de botines celestes. Ahí es cuando se perdieron goles porque no hubo quien termine de añadir el balón en plena pelotera o por que Libman tuvo dos atajadas de campeonato. Especialmente esa que sacó a Marcio que iba con toda la intención de ser un verdadero golazo.
Y en ese esfuerzo, en ese ataque cervecero constante y apabullante, Buckley terminó el encuentro. Los celestes aplaudimos picones por el esfuerzo del equipo y por la buena demostración de fútbol que dieron. Los locales, seguramente, respiraron aliviados y se sintieron orgullosos de sí mismos por que, claro, mientras más sufren más felices son. Pero … ¿quien quiere ver fútbol para sufrir?
¿Algo más?
Si. El cambio de fecha hacía presagiar que iba a venir poca gente. A mi no me interesan los aliancistas, yo soy de Cristal. Y aunque sé que ha habido un problema con el número de entradas que Alianza nos dio y que las gestiones de la gerencia deportiva cervecera no pudo corregir dicho tema, la verdad es que Cristal llenó la popular que se habilitó. Recuerden que sólo habían permitido habilitar para este partido una parte de la capacidad de esa tribuna. Y esa parte se repletó de hinchas cerveceros. La celeste es, que duda cabe, la hinchada más seguidora del país y es es un mérito grandioso.
Grandioso por que, para empezar, siempre hay menos celestes que aliancistas y además por estos temas de entradas. Sin embargo, si a pesar de todo esto Cristal juega siempre acompañado de un buen número de su gente es para aplaudir. Imagínate amigo si las entradas para la hinchada de Cristal estuvieran 2×1 o “mujeres y niños gratis”. Sería un loquerío. Qué envidia nos deben tener en ese estadio grandote que está al pie de un cerro al otro lado de la ciudad y que se llena cada vez que baja un ángel ¿no?
¿Otra cosa?
Si. Nos quedan dos partidos más en Lima. En total van a ser cuatro partidos seguidos que estamos jugando acá (Chalaco, Alianza, Cienciano y Vallejo). La meta era conseguir por lo menos 10 de esos 12 puntos. En ese camino estamos. No puedes faltar este domingo contra los cusqueños. Todos somos Cristal y todos tenemos que empujar este carro para adelante.