La Cancha: Sporting Cristal 2 – José Gálvez 0.

Ayer el hincha cervecero salió tranquilo del San Martín. Resultaría a todas luces una exageración decir que salió contento. Sobre todo por que tener un resultado negativo ante el José Gálvez que se presentó ayer en el San Martín hubiera sido algo ya realmente vergonzozo.

Sería también exagerado decir que ayer Cristal jugó bien. Tampoco podriamos decir que hubo un real cambio de actitud en el equipo. Conformémonos con decir que ayer Cristal funcionó algo mejor que en otros partidos pero que siguió mostrando las mismas falencias que nos han sumergido en este momento.

La verdad es que durante todo el primer tiempo José Gálvez nos dejó jugar. No marcó, no estorbó, nos regaló la cancha y nos dejó avanzar con total tranquilidad. Enfrentamos entonces a un rival que no significaba ningún reto. Y Cristal, que es un equipo endeble pero no es un equipo ingenuo, aprovechó esa situación. Los goles fueron claros ejemplos de esta situación. El primero vino en lo que casi podemos considerar un blooper. La pelota vino a media altura y, tras un engaño de González,  ningún defensor se movió dejando que Sheput – bien colocado en el medio del área chica – añadiera el balón a placer. El segundo fue aún más clamoroso. El Chorri hizo lo que quiso con la defensa visitante y, habiéndose quedado sin ángulo, cedió atrás para que Pérez – sin ninguna marca ni estorbo – tuviera la posibilidad de pegarle en primera para mandar el balón al fondo. Buen gol, no lo podemos negar pero si consideramos que Pérez es un volante que no se suma usualmente al ataque y que no siempre le pega bien, tal vez podemos entender un poco más las ventajas que Gálvez nos dió durante el primer tiempo.

Un triunfo como para que el equipo recupere confianza, se pensó. Ya que tanto se hablo de la «falta de confianza» causada por esta seguidilla de partidos sin ganar, talvez este partido serviría para que el equipo se la crea. Aunque, considerando lo que ya hemos visto y lo que se vió en el partido, tal vez lo que debamos esperar es precisamente lo contrario: que el equipo no se la crea.

Para el segundo tiempo, Galvez ya no nos regaló el partido y no pudimos hacer más. Más bien fue Gálvez quien, fallándose clamorosas oportunidades, nos dejó la impresión de que – así como íbamos ganando – podríamos estar fácilmente perdiendo. Cristal siguió atacando pero desnudó sus limitaciones. Un ataque previsible, impreciso e inofensivo: pelotazo desde la defensa para que la corra el Chorri o el Vagón. Nadie patea al arco ya que usualmente lanzan un último pase errado. Si la pelota la tocan Prado, Lobatón o Pérez el pase errado viene antes. Sheput desapareció en el segundo tiempo. No hubo un sólo remate de fuera del área, un sólo centro peligroso, un cambio de ritmo, un cambio de punta. Todo fue correr y correr. Así no le hacemos gol a nadie.

Pero en fin. El partido se acabó y lo importante era no perderlo para tener una bocanada de aire que nos dure hasta el próximo fin de semana que vamos a Arequipa.

Se ganó, claro, pero eso es lo que se debía hacer y no tiene ningún mérito. En Cristal siempre se debe ganar de local. Además que este Gálvez era un equipo que vino a que se le gane. ¿Qué hacemos cuando nos enfrentemos a equipos que no nos regalen el juego?

La tormenta no ha pasado.