La Cancha: Sporting Cristal 1 – Atlético Minero 0

¿Que fué lo mejor del partido?

La hinchada cervecera que viajó masivamente al pueblo – que no ciudad – capital de la provincia de Huarochirí. Matucana es una localidad sin una linea regular de transporte con Lima. A Matucana se llega con trasbordo o con auto particular. Y hasta allá llegó la hinchada cervecera. A la hinchada celeste se le puede criticar muchas cosas, desde este blog lo hacemos muy seguido y con mucha acidez, pero lo que no se le puede criticar es que se ha vuelto recontra seguidora.

¿Del partido? Poco.

Cristal mostró un poco – sólo un poco más de vergüenza deportiva – y eso le bastó para doblegar a un Minero que sabe ganar como local y que también busca zafarse de la baja. ¿Cómo serían las cosas de diferentes si esa cuota de orgullo extra hubiera estado presente en partidos como los que jugamos ante Vallejo, Aurich, San Martín, Universitario, Bolognesi? De repente, y no es broma, este viaje a Matucana hubiera sido una peregrinación del pueblo celeste a celebrar un título. Pero no lo fue por que este equipo que viste la celeste le faltó eso: grandeza. Estirpe de campeón.

Por eso sólo jugamos para alegrar la estadística, para quemarle emoción al equipo que va a ser campeón de todas maneras. Por eso el gol no se grita con euforia, por eso la victoria se recibe con tibieza. Por eso sólo se van a recordar dos minutos de los 90 que se jugaron el domingo. A los 36, Erick Delgado tapó un displicente penal pateado por el arquero Flores. Casi tan mal pateado como el que marró Ximénez en el último partido ante Bolognesi. Y A los 38, Paul Cominges añadió el balón tras un genial remate del goleador. Recibió de espaldas al arco y entrando nomás al área lanzo un remate cruzado que chocó en el palo.

¿Luego?

Nada más. La celebración de la hinchada y el viaje de retorno. Este miércoles jugamos como locales contra el Sullana. Mientras tanto, en otra cancha al otro lado de la ciudad, un equipo estará coronándose campeón. Ese título que nos correspondía pero que los jugadores – y el técnico, hay que decirlo – se empecinaron y esforzaron tanto para perderlo.